Recuerdo como en un sueño, el sonido del galopar de un caballo por un camino estrecho que conducía al faro del Cabo de Peñas hacia el que me dirigía. Las gaviotas danzaban chillando sobre un cielo gris y plomizo. De repente, por las paredes del acantilado, trepó una gran ola que buscó su salida en la boca de un bufón. Sorprendido asomé la cabeza por el enorme agujero que llegaba hasta el mar y no supe identificar lo que escuché

El jinete al pasar a mi lado me gritó

- ¡cuidado con el dragón¡.

Yo me quede mirando hacia el faro sin perder de vista el veloz cabalgar del corcel, hasta que el bufón volvió a rugir con su voz ancestral.

Desde entonces ya no creo en dragones 


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